¡No te asustes, vale!


El Club Valle Arriba se construyó en los terrenos en los que estuvieron, hasta bien entrado el siglo XX, las haciendas “Las Mercedes” y “Valle Arriba”, propiedad de la familia Eraso. De estos terrenos hay una serie de historias que se cuentan y son parte del acervo popular. Uno de los caddies nos hizo el relato de un espanto que se aparecía por los primeros años cuando se construyó el Club, allá por 1942. En busca de información sobre este aparecido, que, suponemos tenía un “entierro”, un tesoro escondido, por el área donde hoy se encuentra el Güire, nos encontramos con unas cuantas historias de este pasado que debemos preservar como acervo cultural.


La laguna de Valle Arriba y la leyenda de la ahogada

En donde se encuentran actualmente los campos de golf, existía, en tiempos remotos, una laguna. Dicen las consejas
que allí se ahogó la mujer del gran Cacique Tamanaco. Huía de unos soldados de Hernando de la Cerda que la perseguían para abusar de ella y prefirió hundirse en las aguas de la laguna. Es de imaginarse el terror de esta indígena al ser perseguida como si fuese una presa y luego la desesperación que la llevó a tomar tan funesta decisión. Esto ocurrió, según la leyenda, en noviembre de 1570.

Tamanaco fue uno de los más valientes caciques de los pueblos originarios del valle de los Caracas y la sierra de los Mariches. El 5 de diciembre de 1570, Diego de Mazariegos tomó cargo como gobernador de la provincia de Venezuela y dio prioridad a la pacificación de los territorios. Por ello ordenó a su teniente Juan Francisco Calderón organizar una expedición para castigar la rebelión de Tamanaco, cuyos guerreros hostilizaban a los conquistadores españoles. La expedición se confió al mando de Pedro Alonso Galeas y Garcí González de Silva. Mientras la expedición avanzaba, Tamanaco y sus guerreros se emboscaron en las riberas del Guaire y allí dieron uno de los combates más sangrientos de la conquista. En las viejas crónicas aparece con el nombre de batalla del Guaire. Conocedor Tamanaco de que el culpable de la muerte de su mujer era Hernando de la Cerda, lo identificó en medio de la batalla y le dio muerte junto a dos soldados que le servían de escuderos.

Todavía a comienzos del siglo XX sobrevivía la laguna de Valle Arriba y era conocida como la laguna de Espino, nombre dado por don Guillermo Espino, quien durante muchos años fue dueño de la hacienda “Valle Arriba”. En una de las páginas de El Cojo Ilustrado, de 1892, se puede apreciar un grabado de la laguna de Espino en donde se ahogó aquella infortunada mujer.


El Ánima de “Marque Aquí”

A principios del siglo XX se popularizó el cuento de un espanto que se aparecía con la figura de un hombre alto y delgado, con un enorme sombrero de ala, que daba miedo a los transeúntes que se aventuraban a altas horas de la noche, cuando todos los faroles de luz se apagaban. Este fantasma se aparecía montando un caballo blanco y al primero que se encontrara lo montaba con él. Luego lo llevaba hasta la Hacienda “Las Mercedes”. Cuando llegaban aquí, en un lugar rocoso y lleno de arbustos, le decía "Marque aquí", cerca del paso del río La Guairita. Le tocaba al tembloroso incauto, cavar en ese lugar hasta encontrar un tesoro y, luego, le pedía una misa para el descanso de su alma, amenazándolo con que lo dejaría cinco meses mudo si no mantenía en secreto su aparición y el lugar del entierro.

Los vecinos de El Güire comentan todavía anécdotas sobre este espanto, el cual, según cuentan, deambulaba por las montañas de El Hatillo, Las Minas, Baruta, Santa Rosa de Lima y Chacaíto. Se le aparecía a quien anduviera solo, durante la noche y le pedía que fueran al pie de un árbol donde tenía guardado su tesoro,  exigiéndole guardar el secreto y regresar al lugar después de la media noche.  Se dice que un trabajador de la Hacienda “Las Mercedes” se encontró un día con un hombre vestido de liquiliqui color blanco con sombrero de paja, que le dijo: “¿Tú me quieres sacar de pena?”. El trabajador contestó que sí. El hombre de a caballo lo llevó hasta una Ceiba y le dijo: “Marque aquí. Aquí está el tesoro. Se va a venir solo, a la media noche. Pero eso sí, no le cuente a nadie lo que le he dicho porque le saco la lengua”. El trabajador se marchó, pero no soportó la idea de ir solo a buscar el entierro y le contó a un compañero de faena lo que le había sucedido. Decidieron ir juntos en busca del tesoro, pero, al llegar la media noche, el hombre que había visto al espanto se encontraba muerto y con la lengua afuera. 

Según un presunto testigo, vecino del barrio “Barrilito”, cerca de “Piedra Azul”, se le acercó la figura de un hombre a caballo que le ordenó que lo acompañara. Su voz era cavernosa y grave, con un marcado acento castizo. Aterrado aceptó la invitación. Subieron por “El Peñón” y luego siguieron por la quebrada de “Baruta”. El recorrido fue silencioso. Una vez en terrenos de la Hacienda “Las Mercedes” el jinete se detuvo, le dijo el famoso “Marque aquí”. Después de pedirle que hiciera unas misas para su descanso, le advirtió que no contara a nadie lo sucedido porque podía quedarse mudo por espacio de cinco meses”. El entonces muchacho no supo cómo llegó a su casa, pero no pudo evitar contarle lo ocurrido a sus padres. Desde ese mismo momento quedó mudo durante cinco meses.

Hay varias historias de fantasmas, tesoros escondidos, muertes extrañas y embrujos, en el pasado tanto remoto como más cercano, en lo que fueron las grandes haciendas de lo que hoy es el Municipio Baruta, del Estado Miranda. El gusto por conocer las leyendas que vienen desde la colonia y que se pierden en el devenir de los días, nos acerca también a la historia menuda, la historia de la historia, en la que se entremezclan personajes reales con personajes que quién sabe si existieron realmente, pero que le dan ese sabor necesario a estos relatos…


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