Yo propongo y Dios dispone

Yo quiero... Yo hago... Me propongo... Todas las frases que decimos en la creencia de que podemos tener absoluta ingerencia sobre nuestro destino. Y, de pronto,.lo inesperado... He sabido de personas que se acuestan en perfectas condiciones, se despiden como todos los días antes de irse a dormir, y no amanecen... Mueren en algún momento de la noche o de la madrugada de un ataque cardiaco. Otras personas salen de viaje, confiadas en su pericia como conductores, pero, por la imprudencia de otro conductor o un desperfecto inesperado del automotor, hasta allí llega su historia como seres vivientes. Ni hablar de otro tipo de viajes y otro tipo de accidentes. Todo es como una lotería.


Nadie sabe lo que le espera al salir de su casa, ni siquiera al salir de su cama. ¿Cuántas personas han perdido el equilibrio en el baño y han muerto instantáneamente de un mal golpe en la sien o en la base del cráneo? El día que es, es. He escuchado historias incluso de personas que han ido a velar a un finado en una funeraria, y, si el muerto pertenecía a una banda, llegan los de la banda contraria a exterminar al resto de los familiares y amigos del mismo.
Hoy estoy, mañana no lo sé. No somos eternos y nuestro día llegará cuando esté fijado que llegue el momento. Mi razón de estar en este mundo es dar a los que conozco, lo mejor de mí y lo mejor que pueda darles. Si solo soy capaz de dar dolor y tristeza, después no puedo esperar que mi funeral esté lleno de rosas y margaritas. Hoy soy quien soy, pero ¿mañana? Seré polvo que vuelve al polvo. Y conmigo no irán las joyas ni los billetes que haya guardado bajo el colchón. Ni siquiera debo esperar que me recuerden por mis buenas acciones si es que las he hecho. La memoria de los que quedan vivos es frágil.
Yo propongo hoy ser una mejor persona y Dios dispone si tengo tiempo de seguir siéndolo mañana. Ya lo decía el poeta Bécquer, en su Rima II:

Saeta que voladora
cruza, arrojada al azar,
y que no se sabe dónde
temblando se clavará;

hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde al polvo volverá;

gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y se ignora
qué playa buscando va;

luz que en cercos temblorosos
brilla, próxima a expirar,
y que no se sabe de ellos
cuál el último será;

eso soy yo, que al acaso
cruzo el mundo sin pensar
de dónde vengo ni a dónde
mis pasos me llevarán.

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