Una nueva Navidad y un Año Viejo que se acerca

Este año que se nos va entre las manos como el agua, dejó muchos sinsabores y algunos recuerdos. Cada uno tiene sus propios relatos, algunos incluyen hechos felices y alegres, pero otros nos han marcado un antes y un después, sea porque vivimos una situación de enfermedad, de dolor por una pérdida de un ser querido o por un hecho de violencia (un robo, una discusión por un choque, entre otras, incluso peores que las que yo he mencionado).
Antes de señalar que este 2016 ha sido nefasto, como ya he podido leer en las redes, creo justo y necesario hacer nuestro balance: ¿Qué hicimos bien? ¿Qué no hicimos tan bien? ¿Qué nos causó mayor placer y felicidad? ¿Qué nos causó mayor dolor? ¿Cuánto me hizo prosperar? y ¿Cuánto perdí? ¿Cuánto aprendí? y ¿Cuánto todavía me falta por aprender (proyectos para el próximo año)?
La verdad es que si es más lo que logré, lo que aprendí, lo que hice que a su vez hizo felices no solo a mí y a mis familiares, sino más allá, a un grupo de personas conocidas o no, entonces fue un buen año.
Lo que no logré en este periplo, lo que no se concretó en este 2016, no lo coloquemos como saldo negativo sino como proyecto a corto o mediano plazo para el nuevo año. Y, sobre todo, concentrémonos en que el 2017 va a ser un año de logros, de prosperidad, de salud, de paz y de bienestar, tanto para nosotros mismos como para nuestro entorno.
No pensemos que las cosas nos caerán del cielo, sino que luchemos sin descanso por obtener esos beneficios que tanto deseamos. No nos conformemos con las migajas, busquemos estar en el sitio apropiado, rodearnos de las personas adecuadas y hacer lo que tenemos que hacer, siempre con honradez, con tesón y con la mente puesta en que vamos a hacer el mejor esfuerzo siempre.
Estos son mis deseos para todos, incluyéndome, para Año Nuevo. Y, con una de las leyes de Dios como premisa: "Ama [y respeta] a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22:39).

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