El león
Y
el león creyendo que su propia imagen era el otro león que buscaba para reñir
con él, se echó al agua, y en ella se ahogó, en tanto que la liebre se puso a
salvo ...
Una
de las bestias del zodiaco occidental, es el león, quinto signo que corresponde
según Cirlot (1997) “...a la fuerza solar, a la voluntad, al fuego y a la luz
clara y penetrante que surge por el umbral de Géminis al dominio de Cáncer” (p.
278).
La
leyenda de este signo zodiacal se enlaza con la de un héroe de la mitología griega,
Heracles, al que los latinos llamaron Hércules. Perseguido con ensañamiento por
Hera, los manejos de ésta lograron que Heracles tuviera que servir a su primo
Euristeo, en los llamados “Doce Trabajos”. El primero de ellos fue liberar a la
región de Nemea de un terrible monstruo, hijo de Ortro y Equidna, hermano de la
Esfinge de Tebas y nieto de Tifón. Este monstruo era un león que había sido
educado por Hera o por Selene y que devoraba a los hombres y los ganados de la
región. Vivía en una caverna que poseía dos entradas. Heracles le disparó sus
flechas, pero no logró dañarlo. Amenazándolo con su maza lo obligó a entrar a
la caverna. Selló las entradas y le dio alcance a la bestia, a la que ahogó
entre sus fuertes brazos. Despellejó al animal y se vistió con la piel, y la
cabeza se la colocó como casco. Heracles instituyó los juegos Nemeos en honor a
Zeus, por haberle permitido salir vencedor de esta prueba y éste, complacido,
decidió colocar al león entre las constelaciones para que la hazaña de su hijo fuese
recordada siempre.
Según
el horóscopo, el signo de Leo tiene polaridad positiva, su elemento es el fuego
y sus cualidades son fijas. Su planeta dominante es el sol y sus rasgos
esenciales son el orgullo de sí mismo, la generosidad y la gracia, la exigencia
consigo mismo, la apariencia extravagante, el amor a la diversión, sentir una
gran necesidad de ser aprobados por los demás, tener una conciencia excesiva de
sí mismo, la enorme presión y el deseo por mantener el control en todo momento
y la necesidad de llegar a ser más. Siempre busca una imagen ideal de sí mismo.
Vive en una aparente seguridad. Es voluntarioso, emprendedor y autoritario. En
ocasiones carece de psicología y de tacto. Tiene un alto sentido de la
organización y detesta la mezquindad. Pero otorga demasiada importancia a la
estima que puedan proporcionarle los demás. Desea, sobre todo, y como
consecuencia de sus actos, poder estimarse a sí mismo. Estos rasgos de las
personalidad del león serán apreciados en el tratamiento que de esta bestia
hacen los autores en las distintas obras seleccionadas.
Cirlot
(1997) indica acerca de la simbología del león, que éste está asociado con el
oro y con el sol.
En
Egipto se pensaba que el león presidía las inundaciones del río Nilo, pues este
fenómeno natural ocurría paralelamente a la entrada del sol en el signo
zodiacal de Leo. Pero, en casi todas las culturas regidas por la adivinación y
la contemplación de los astros, el león aparece relacionado con el sol, lo cual
es continuado por la tradición medieval. El león es señalado como “Rey de los
animales”, y sus oponentes son : el águila, señora del cielo, y el toro,
que es representante de lo lunar. El león simboliza lo masculino, pertenece al
elemento tierra, mientras el león alado es signo de fuego. Sin embargo ambos
simbolizan la lucha de lo solar.
El
león joven simboliza al sol naciente. El viejo, al ocaso. El león victorioso,
la virilidad. El león salvaje, según Jung, el peligro de las pasiones que se
esconden en el inconsciente.
Acosta
(1995) señala que según San Isidoro, el nombre en griego del león, significaría
“rey”, lo que explicaría, aparentemente, la asociación que se establece entre
el león y el poder real.
Aunque
el león sea un símbolo solar, presenta cierta ambigüedad, pues su carácter
luminoso o lumínico, lo asocia con la fuerzas del bien, con lo diurno, con el
poder y la majestad ; sin embargo, como fiera que es, también se le asocia
a la muerte, al mal, al adversario que debe ser vencido por el héroe, porque,
en caso contrario, éste le puede devorar.
Se
le asocia también con el excesivo orgullo, la arbitrariedad y el poder
desmedido.
En
la simbología bíblica, aparece como imagen del demonio en varios libros como en
los Jueces, los Salmos e Isaías, lo que recoge también San Agustín. Sin embargo
es también el símbolo de Cristo para los cristianos, y así lo demuestran varios
escritos medievales sobre animales, caso de los Fisiólogos y los Bestiarios. El
león es uno de los integrantes del Tetramorfos y aparece como compañero y
símbolo de San Marcos. Destaca Borges (1985) que cada uno de los ángeles que
aparecen en la visión de Ezequiel, tenían cuatro rostros : de hombre, de
león, de buey y de águila. Según San Juan, en su Revelación, también cuatro
animales - ángeles, rodeaban “El Trono” y el primero era semejante a un león,
aunque tenía ojos adelante y atrás, en su cabeza, por lo que se asemejaría
también al monstruo Argos de la mitología griega. Los evangelistas tomaron
estos cuatro ángeles como sus símbolos, tocándole a Marcos el león, según San
Gerónimo, porque destacó la dignidad real del Redentor.
Interesantes
resultan también los temores que, supuestamente, tiene el león : al gallo,
especialmente si es blanco (símbolo de la muerte de Cristo), y al carro.
Entre
sus enemigos, según los Fisiólogos, Bestiarios y algunas leyendas medievales,
se encuentran el dragón o serpiente flamígera, la serpiente, el escorpión y el
leontófono (animal fantástico que Plinio describe brevemente en su Historia
natural). A veces aparece asociado y enfrentándose, al unicornio.
Contrariamente, le es sumamente beneficioso el mono, pues cuando el león se
siente enfermo, la carne de éste le cura prácticamente de inmediato. Jamás come
de la comida que otros han cazado, ni tampoco se alimenta de la carne del día anterior.
Según la alquimia, el león es el
símbolo del azufre, aunque también existe un león rojo identificado con el oro,
que, a su vez, es denominado “el león de los metales”.
Otros animales fantásticos y míticos,
se le asemejan, o lo tienen como parte del híbrido que ellos conforman. La
esfinge presenta cuatro naturalezas : rostro de humano (se le atribuía el
de una mujer), cuerpo de toro - aunque,
según Grimal (1997), su pecho era de león -, garras y cola leoninas y alas de
águila o de ave de rapiña. En la Esfinge de Gizeh apreciamos monumentalmente,
el rostro humano en un cuerpo de león.
La quimera tiene la parte anterior de
su cuerpo, como un león, la central es como de cabra y la final es de
serpiente. Se interpreta esto como cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de
serpiente, pero Hesíodo describe tres cabezas, una de león, otra de cabra y la
última de serpiente.
El grifo posee cabeza y torso de
inmensa águila y un gran cuerpo de león, con una fuerza descomunal.
El mantícora es descrito como un león
rojo con rostro de hombre y tres filas de dientes, lo que lo asemeja al
monstruo Escila de la mitología griega.
Por último está el mirmecoleón, que es
león en su parte anterior y hormiga en la posterior. Según los Bestiarios
medievales, el padre era un león y la madre una hormiga. Hijo de esta dispar
unión, su parte anterior es carnívora, como el padre. La posterior, es
herbívora, como la hormiga y detesta la carne. Al no poder conciliar estas dos
naturalezas, el león - hormiga muere de inanición irremediablemente.
El león es, como se ha podido
apreciar, una figura con muchas y ricas significaciones: figura regia y
de poder, pero también con ciertos rasgos de cobardía, figura solar y viril,
pero también asociada al mal. Los distintos autores han tomado esta simbología
del león, sumados a los rasgos propios de su animalidad, y dándole una
personalidad propia a esta figura.
Esopo,
fabulista de la antigua Grecia, nos presenta varias fábulas cuyo personaje
principal es el león. Para comentar se eligió La liebre y el león. Según esta fábula,
el león ve una liebre dormida y cuando se preparaba a atacarla ve un ciervo y
éste le apetece más por ser más grande. Emprende la persecución, pero el ciervo
es más rápido y se le escapa. Entre tanto, la liebre había despertado y huyó.
El león deja de perseguir al ciervo, corre tras la liebre, pero ya está cansado
y ésta se le escapa también. El mismo león se dice que tiene su merecido, pues
dejó escapar la presa por ser ambicioso. La moraleja, al final del texto, dice “Quien mucho abarca poco aprieta”. En
esta fábula se nos presenta una característica propia del león como
bestia : su carácter carnicero y cazador, pero a ésta se le suma un rasgo
de la personalidad que no es propia del animal, su ambición. Este elemento
pertenecería a la personalidad del hombre, y la intencionalidad del autor es
hacer ver a éste la moraleja final.
Varios héroes y caballeros medievales
de los siglos XII y XIII, están asociados a la figura del león como símbolo de
su poder, valor y bravura. Tres de ellos son: El Cid Campeador, quien
tenía un león enjaulado que al soltarse causa el terror de los infantes de
Carrión; Ewayne, de la corte del rey Arturo que se hacía llamar el
Caballero del León ; e Yvain también llamado caballero del león porque uno
lo sigue fielmente en sus aventuras.
Ramón
Llull escribe en la España de finales de la Edad Media, El Libro de las Bestias,
en este libro se nos relata acerca de la elección del rey por parte de los
animales. El León era el favorito, pero otros deseaban tal potestad, entre
ellos el Buey, el Oso, el Leopardo y la Onza. Finalmente es elegido rey el
León, sin embargo, su gran enemigo velado, el Zorro, se mantiene cerca,
esperando la oportunidad de hacer caer al León, pues sabía que éste era un poco
indeciso, como el mismo León lo dice :”Y como a un rey cuéstale mucho
dirigirse a sí mismo, y a la vez gobernar al pueblo de que es rey, ruégoos me
deis consejeros que me ayuden a llevar la carga, eligiéndolos tales, que sean
la salvación mía y la de mis súbditos” (p. 17). El Zorro trata de traicionar al
rey, utilizando a otros animales para él mantenerse al margen. Es de notar que
los animales se comunican directa o indirectamente, por medio de “exiemplos”,
así dan a conocer sus pensamientos. Varios de estos “exiemplos” tratan de lo
que hacen los hombres, de manera que hallamos invertida la figura del hombre
que da su moraleja a través de cuentos sobre animales. Por consejo del Zorro,
que llegó a convertirse en el portero del rey, los consejeros fueron enviados
como embajadores al rey de los hombres. No gustó a los embajadores lo que
vieron, mientras el Zorro se dedicó a envenenar la índole infiel del León
pintándole a la esposa del Leopardo como una criatura sin par. Al regresar el
Leopardo se enteró de la infidelidad y pensó cómo desquitarse, pero el Zorro se
adelantó a sus pensamientos y puso sobre aviso al León. Sus palabras
manipularon el ánimo de todos, de manera que el agraviado fue más bien visto
como traidor y la Onza salió en defensa del rey, aún sabiendo que era verdadera
la felonía del León. Perdió la vida la Onza y quedó al descubierto toda aquella
falsía, de manera que los animales no quedaron nada contentos de la actuación
de su rey, ni tampoco el León se hallaba a gusto en tal situación. Sin embargo,
el Zorro continuó haciendo de las suyas hasta que logró convertirse en el único
consejero del rey y comenzó a planear su muerte. Para ello necesitaba algunos
secuaces, sólo que no contaba con que podrían traicionarle, y así fue, el Elefante
le traicionó. El León supo que otros animales (el Conejo y el Pavón) tenían
conocimiento de las maquinaciones del Zorro; “dio un rugido espantoso,
que recordándoles la superior pujanza del real poderío, influyese en su ánimo
amedrentado mucho más que cuanto pudiera tenerles callados o remisos el temor
al Zorro” (p. 85), y éstos confesaron. El León sin más, le quitó la vida al
Zorro.
Llull nos presenta una sociedad
similar a la de los humanos, en la que un traidor puede manipular el ánimo de
otros y, si la persona que ostenta el poder no tiene fuerza de voluntad y mayor
seguridad en si mismo, puede ceder a estas manipulaciones y engaños. La
referencia al poder real y la confianza a veces ciega que los reyes depositaban
en sus ministros y consejeros, es directa. La intencionalidad de Llull es
bastante expresa y atiende a las necesidades de la sociedad de la época, camino
al Renacimiento y a una visión de mundo distinta de la medieval.
Un autor posterior, Fénelon, en la
Francia del siglo XVII, por medio de sus fábulas da a conocer su postura regida
por reglas sociales y religiosas de mucha rigidez, y en las que se refleja la
teoría de que cada uno ocupa un lugar en el que debe permanecer porque así ha
sido determinado por Dios. En su fábula Los animales se reúnen en asamblea para elegir
rey,
el león ha muerto y todos los animales se acercan a la madriguera para dar el
pésame a la leona; una vez cumplido este requisito social, se reunieron
para elegir un nuevo rey puesto que el cachorro era muy pequeño para suceder a
su padre. El leopardo se propone por ser parecido al león, pero el oso lo
refutó y tras él el elefante, el caballo, la raposa, el ciervo, el mono, el
papagayo y el gorila, los últimos aduciendo su parecido con el hombre. Pero
justamente fue elegido el elefante porque, además de ser fuerte y sabio, no
trataba de parecerse ni fingirse lo que no era.
Iriarte,
fabulista español del siglo XVIII, escribió El león y el águila. Comienza con la
moraleja : “Los que quieren hacer a dos partidos, suelen conseguir el
desprecio de ambos”. Se reúnen el león y el águila para resolver algunos
asuntos de gobierno. El águila se queja del murciélago que, a conveniencia, se
hace pasar por ave o por cuadrúpedo y que con unos habla de los otros y
viceversa. En vista de esto el león destierra al murciélago del reino de los
cuadrúpedos y el águila hace lo mismo, pero del reino de las aves. Así queda
solitario y supeditado a la nocturnidad, el murciélago, y aún más el autor
llama la atención de los “Murciélagos literarios” que quieren estar bien con
todos, y que se miren “en este espejo”.
La
intencionalidad es también directa. El león es sólo el símbolo de la realeza y
el poder terrenal, al igual que el águila es también símbolo de la monarquía.
Su función es castigar al personaje que está causando un problema y quien
representa un defecto de la sociedad de la época (quizás también de la nuestra)
que son los hipócritas quienes se acercan sólo por conveniencia a una persona,
un bando, un grupo político, etc...
Samaniego,
también del siglo XVIII, en su fábula El león, el lobo y la zorra,
nos presenta la rivalidad existente entre estos dos últimos. El león
envejecido, tiene a sus cortesanos al pie de su cama. El lobo propone a la
zorra como médico de cabecera con la pretensión de comérsela, pero la zorra
previendo esto, le dice al rey que su mal es sólo la vejez y que podrá
recuperar su fuerza si se pone la piel de un lobo. De esta manera el lobo muere
por la rapidez con la que la zorra intuyó sus intenciones. Nuevamente se nos
presenta al león como un personaje muy dependiente de las manipulaciones y las
palabras con doble intención de los que le rodean, especialmente la zorra, como
ya Llull nos lo había presentado.
Monterroso,
escritor guatemalteco de la contemporaneidad, en El Conejo y el León, cuenta que “Un
célebre Psicoanalista” presenta al león como “...el animal más infantil y
cobarde de la Selva...”, porque, según él y como lo hace ver en “su famoso
tratado”, “...ruge y hace gestos y amenaza al Universo movido por el miedo” (p.
11). Pareciera divertirse Monterroso con esta ironía de la inversión de los
papeles, pues ya no son los otros (animales, hombres) los que temen al león por
sus rugidos y zarpazos, sino el león el que teme a los otros y su modo de
defenderse es el rugir y el dar manotadas.
En El sabio que tomó el poder,
se parte de un hecho que es el reinado del León. El Mono, envalentonado por sus
ínfulas de ser el ascendente del hombre, llega a ser el secretario del León.
Pronto se percata de la injusticia que significaba que el León fuera el rey
sólo por ser el más fuerte y le propone un cambio de papeles, lo que el León,
sin prestarle demasiada atención y con gran aburrimiento, acepta. El Mono asume
su potestad y el León es su secretario, pero a todo lo que el Mono proponía, el
León respondía con un zarpazo. Pronto el Mono, malherido, ruega al León que
vuelvan a sus antiguas condiciones y así pudo salvar la vida. Si observamos la
figura del león éste, en realidad, no hace más acciones que bostezar aburrido y
distraído, y dar un zarpazo. Es mostrado como un rey bastante desidioso, al que
su fuerza mantiene en el poder. Es nuevamente el miedo, pero en el sentido
tradicional, el que caracteriza al león : son los otros los que le temen porque el león no mide su fuerza ni su poder.
En otro sentido, complementario, el rey no necesita ser inteligente ni versado,
debe ser fuerte, poderoso, pero sí necesita consejeros como el Mono para que
puedan equilibrar su gran poder y sus excesos, lo que aparece brevemente en El Búho que quería salvar a la
humanidad, donde el Búho se desvela meditando, entre otras cosas,
“sobre las evidentes maldades que hacía el León con su poder” (p. 31).
En El camaleón que finalmente no sabía de qué color
ponerse, la presencia del león se hace más relajada y
“humorada” : “Sólo el León que por entonces era el Presidente de la Selva
se reía de unos y otros, aunque a veces socarronamente jugaba también un poco
lo suyo, por divertirse.” (p. 36). En este relato es evidente la crítica a la
hipocresía y a las máscaras, especialmente las usadas en la política.
Precisamente son estos juegos de “quitipón” de los hipócritas, que son la mayor
parte de la sociedad, los que causan la confusión y obligan a una
reglamentación poco menos que absurda. El León, ya no el rey de la Selva, sino
el Presidente, lo que lo acerca aún más a la contemporaneidad, no está exento
de esa hipocresía social, aunque puede verla con cierto distanciamiento y puede
burlarse un poco de los demás.
No
siempre podemos encontrar una versión jocosa o divertida del león como la del
relato anterior, lo que hace original esta visión de la fiera, pues,
generalmente es visto como un “monstruo”, como lo llaman a sus espaldas, la
Vaca, la Cabra y la Oveja, en La
parte del León. Los tres herbívoros, que se habían asociado al León para
vivir tranquilamente, matan a un Ciervo y lo dividen en partes iguales. Al
final se pelean por la parte del León, pues todas quieren quedarse con ella
para el invierno, como les había enseñado la Hormiga (alusión a la fábula de
Esopo). El León, sin preocuparse en lo más mínimo, se las comió a las tres. Dos
aspectos se desprenden de la lectura : la imagen del león es la de un ser
sin razonamiento alguno, es categórico y de acción rápida y violenta, o más
bien impulsiva. Y, además, de nada sirven las declamaciones y declaraciones de
derechos, que gritan las más débiles bestias, es el poderoso el que las domina
y se las come “de una sentada” (p. 77). Además del humor negro y la ironía, se
puede percibir cierto desaliento en este relato : el más débil o el más
pequeño puede asociarse con el más fuerte, pero que ni se le ocurra retarlo
porque puede ser aplastado.
En conclusión, el león es presentado
en su doble faceta de animal fiero, rey de la selva o del bosque, que rige la
vida y la sociedad de los otros animales, cuya majestad es envidiada por otras
bestias, aunque su poder pareciera ser indiscutible y providencial, pero que
es, además, manipulable porque gusta de escuchar palabras lisonjeras y se deja
llevar por las opiniones de los otros, sin percibir, o sin percatarse, del
poder que le otorga a malintencionados ánimos como el caso del zorro o del mono
que son presentados como animales mucho más astutos que el león y capaces de
jugar con su nobleza (o ingenuidad).
Es
interesante que estos rasgos de carácter presentados por los escritores en la
figura del león, sean muy similares a los que se le otorgan a los
representantes del signo zodiacal de Leo, según la astrología occidental.
Acosta,
V. (1995). Animales e imaginario. Caracas : Dirección de cultura
UCV.
Borges,
J. L. (1985). El libro de los seres imaginarios. Barcelona,
España : Bruguera.
Campbell,
J. (1997). El héroe de las mil caras. México : Fondo de Cultura
Económica.
Cirlot, J. E. (1997). Diccionario de
símbolos. Madrid : Siruela.
Esopo.
(S. F.) Fábulas. Madrid : Susaeta.
Fénelon, F. (1998). Fábulas e
historias maravillosas. Buenos Aires : Need.
Grimal,
P. (1997). Diccionario de mitología griega y romana. Barcelona,
España : Paidós.
Iriarte, T. (s. f.). Fábulas.
Medellín : Edilux.
Monterroso, A. (1990). La oveja
negra y demás fábulas. México : Era.
Samaniego,
F. (1978). Fábulas. Barcelona, España : La Gaya Ciencia.
Comentarios
Publicar un comentario