SU MANO

Cuando los presentaron y se dieron la mano, él pensó que era la piel más suave, la mano más elegante, el apretón más sincero que jamás había recibido. Pensaba en esa mano a cada instante y se encontró dibujándola en sus libretas, en sus libros y hasta en las servilletas cuando iba a tomarse un café. Volvió a encontrarla varias veces en la Facultad y siempre le tomaba la mano para recuperar esa sensación maravillosa. Un buen día le dejó una nota en la que le dibujó su mano con una rosa. Y así comenzó a crear una relación de confianza, luego, de costumbre y, finalmente, creyó -e hizo creer- que era amor. Hasta que un día se dio cuenta de que solo le interesaba esa mano, la que soñaba, la que anhelaba... Y decidió que sería suya...

Tras las rejas aún no se explicaba su locura... La libertad por una mano ¿no era demasiado?

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